Tensión en la Frontera de Colombia
y Venezuela
Desde
mi escolaridad en las aulas de mi querida y recordada escuela primaria Carlos J.
Bello, las maestras normalistas hacían sus mejores esfuerzos para instruirme
sobre los lazos de hermandad de nuestra patria Venezuela con la República de Colombia.
Ecuación social que en verdad me pareció simple por el hecho de que ambas
naciones fueron independizadas por el Libertador Simón Bolívar, uno de los
hombres más brillantes que ha dado el continente americano.
Sin embargo
fuera de clase en la jerga de la cotidianidad de los ciudadanos de un apartado
pueblo llanero escuchaba voces que pregonaban los diferentes sucesos acaecidos
en la frontera limítrofe con esa hermana nación, además de las reseñas
noticiosas emitidas por los medios de comunicación sobre algún incidente de índole
militar o de problemas de delincuencia organizada. En la parte comercial
observaba que cantidades de personas acudían a la ciudad de Cúcuta o de Maicao con
la finalidad de adquirir productos y bienes de consumo, esto como consecuencia del
alto poder adquisitivo que representaba el Bolívar frente al peso colombiano. Es
decir, venezolanos de todas partes del país acudían a Colombia a materializar
la compra de mercancías generalmente imitaciones de marcas comerciales
reconocidas internacionalmente, desarrollándose la formación de numerosos
mercados populares y al aumento de la buhonería en las grandes ciudades de Venezuela.
Años
después en mi formación profesional reflexionaba que ese intercambio de
operaciones comerciales trajo consigo como elementos colaterales la propagación
del contrabando de productos que entraban a Venezuela y de otros que se iban a Colombia
por intermedio de la complicidad de diferentes funcionarios gubernamentales. Problemas
internos de Colombia fueron penetrando y avanzando más allá de la frontera, por
lo que las operaciones de comisos, drogas, paramilitares y guerrilla empezaron a
llenar los principales espacios de la radio, la prensa y la televisión.
Sin embargo
la situación provocada por la Corbeta Caldas en 1987, quizás ha sido el hecho más
cercano a una eventual confrontación bélica con la tierra de Santander. Este evento
de mucha relevancia internacional ocurrió cuando una embarcación de la armada
colombiana violo los espacios marítimos de Venezuela, acontecimiento que tuvo
como respuesta la acción inmediata de nuestras Fuerzas Armadas Nacionales desencadenando
en una crisis política, diplomática y militar con el vecino país.
Luego
de estos hechos se pueden mencionar el caso de la población del Amparo, municipio
Páez del Estado Apure, donde murieron una serie de pescadores venezolanos y
colombianos que fueron asesinados por un presunto error de percepción de un
grupo de militares venezolanos y la matanza cobarde de los infantes de marina
en el puerto fluvial “AF Manuel Echeverria” cerca del caño Cararabo, por grupos
del ELN fracción de la guerrilla
colombiana, los cuales fueron asaltados de forma sorpresa y ejecutados con prácticas
salvajes indignas para los códigos de actuación del componente naval venezolano.
Estos
sucesos determinados desde los años ochenta y noventa del siglo pasado
representan solo una muestra de la denominada frontera viva, la cual evoluciono
en la práctica de costumbres y formas de vida en los ciudadanos que habitan en
los espacios limítrofes entre ambas naciones, deformando todos los principios y
valores de una parte de la población de esas regiones fronterizas. En días
pasados ocurrió un ataque de parte de unos presuntos integrantes de un grupo
paramilitar a miembros de la FANB lo cual motivo el cierre de la frontera y la
declaración el Estado de excepción en varios municipios del Estado Táchira por
parte del Presidente Nicolás Maduro, además de la toma de varias decisiones
como las detenciones y deportaciones de varias personas indocumentadas y el
allanamiento de casas y locales comerciales.
El gobierno
del presidente Juan Manuel Santos y todas las autoridades políticas colombianas
se manifestó en contra de esas medidas, llamando a consulta al representante diplomático
de Colombia en Venezuela, que por principio de reciprocidad el gobierno de
Venezuela adopto igual medida con su embajador en Colombia. Pero lo que sorprende
de los efectos de estas decisiones políticas, son las manifestaciones en las
calles de la Ciudad de Cúcuta de grupos de la economía informal que
comercializan los productos venezolanos de forma libre en territorio colombiano,
bienes adquiridos a través del contrabando, produciendo desabastecimiento en las
regiones fronterizas venezolanas y de los llamados pimpineros que trasladan el combustible
de manera delincuencial hacia Colombia donde son comercializados a precios
internacionales.
Foto: Telesur |
Considero
que si bien estas personas son seres humanos que merecen unas mejores
condiciones sociales, estas circunstancias no los amparan para infringir las
leyes. Las autoridades del Estado colombiano deben tomar cartas para la implementación
de medidas que busquen la inserción de ese grupo de personas en la economía formal
y que estas se comprometan a cambiar de hábitos de vida.
Este
conflicto internacional que afecta las relaciones entre ambas naciones se
origina por las secuelas enormes de asimetrías que padece américa latina, las
cuales deben de ser superadas no solo con la participación de las autoridades
gubernamentales sino con el emprendimiento y ánimo de superación de todos los
habitantes de esta parte del continente americano.
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